Poema 979

EN LA CIUDAD ÁCIDA

Pienso en las noches antiguas,

las de ojos negros y manos suaves,

y tragos cortos de yonke.

Esas que sobre la hierba fresca,

se amenizaban con el son de marineras.

En esa ciudad ácida

la flor de Amancaes, con su amarillo,

se duerme al anochecer,

dura como ninguna entre la niebla,

encerrando en su aroma la nostalgia

que ha silenciado tu voz.

Quizás esa ciudad ácida y garuada,

se vuelve buzón lejano

de besos desperdiciados.

Y las nubes eternas, cada día

queman los mensajes

que te escribo.

Como un ciego, que imagina

las estrellas que nunca vio

en su mente oscura,

palpo el tiempo en tu busca

y la furia del mar me sumerge

los pies en el fango de su fondo.

Y al fin una brisa fresca

me despierta en tu playa,

como un robinson acabado de llegar.

Qué costa tan dura y alejada,

que rompe mis uñas entre sus cantos,

mientras sus olas azotan

mis piernas enterradas.

Con la brisa te hablo

y mis palabras vuelan como las gaviotas,

planeando sobre las nubes eternas

que ocultan el brillo de las sirenas,

esas que quieren bailar tus marineras

sin saber que no tienen piernas.

Y pienso de nuevo,

si en la ciudad ácida las noches antiguas

siguen siendo de ojos negros,

de manos suaves al son de las marineras,

y si los tragos cortos siguen siendo de yonke,

si la flor de Amancaes aún es amarilla

y aún es dura como ninguna entre la niebla

y sigue durmiendo al anochecer,

hoy que aún me duelo por tu ausencia.

JSR©

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